Víctor y Olga: Una historia de amor y pasión al estilo español

Víctor y Amalia

¡Pero si es Amalia! Víctor de pronto reconoció el rostro en la foto y casi se atraganta con el café. Hacía apenas cinco minutos que se había sentado en una pequeña terraza del paseo para descansar y hojeaba el periódico.

No, no puede ser murmuró molesto, apartando el diario y reclinándose en la silla de mimbre. No le gustaba recordarla, porque con ella volvía todo un capítulo de su vida, esos años universitarios en los que estuvo perdidamente enamorado de aquella belleza que lo manipuló a su antojo. Él terminaba Matemáticas en la Complutense, y ella acababa de llegar, una fresca y deslumbrante estudiante de primer curso, imposible de ignorar. Rápidamente notó sus miradas y, un día en la biblioteca, encontró excusa para acercársele con una pregunta inocente. Y así empezó todo. En matemáticas era terriblemente torpe; él terminó escribiéndole todos los trabajos, preparándole chuletas antes de los exámenes, pero todo fue inútil. Pronto, sus estudios se convirtieron en una pesadilla. Tiempo después, sospechó que ni siquiera había entrado en la universidad por mérito propio, sino por algún favor especial. Al final, se hartó y, tras el primer año, abandonó la carrera. Y a él de paso.

Somos demasiado diferentes, esto no va a funcionar. No te haré feliz le dijo con franqueza. Eres un buen chico, encontrarás a alguien que sí encaje contigo.

Y así terminó todo.

Hasta ahora. Aquella foto en la portada del tabloide. ¿Qué demonios había pasado? Víctor volvió a mirar el periódico.

El artículo hablaba del escándalo más sonado del momento. Un joven de sangre azul, un vividor de la realeza europea, había aparecido en Madrid y, en un abrir y cerrar de ojos, se había encaprichado de una bailarina de un local nocturno. Todo fue rápido: la semana siguiente anunciaron su compromiso en el salón de actos de un lujoso hotel. ¡Un escándalo continental! Y en la foto ella. Su Amalia, convertida en futura princesa. Vaya lejos que había llegado su amor.

¿Desea algo más? Víctor alzó la vista; la camarera lo miraba expectante.

Ah, claro, llevaba demasiado tiempo aquí. Necesitaban la mesa.

Al salir, su mirada se topó de golpe con la entrada principal del hotel, el mismo donde se anunciaría el compromiso de su Amalia. Se sorprendió al notar que, por segunda vez, había pensado en ella como «suya». Maldita sea, todo aquel amor doloroso, clavado como una astilla, brotaba de repente. Al parecer, nunca la había olvidado.

Sin saber por qué, le entró un deseo agudo y doloroso de ver el lugar donde ocurriría todo. Entró en el hotel y se dirigió al salón de actos. Dentro, un grupo musical tocaba, la música retumbaba, chicas escasamente vestidas y de figura perfecta saltaban por el escenario, mientras el público, cargado de cámaras, vibraba. Había tensión en el aire, como si todos esperasen algo.

No quedaban mesas libres, así que Víctor se abrió paso hasta primera fila. De pronto, las luces se apagaron, solo quedó iluminado el escenario, donde anillos de humo violeta emergían desde abajo, expandiéndose lentamente hasta envolver todo en una neblina azulada.

Retumbaron los tambores, sonó la eterna *»Viva la Vida»* de Coldplay, figuras femeninas danzaban en los extremos del escenario, pero el centro estaba vacío. De repente, un haz de luz descendió, y allí, girando lentamente, apareció una figura semitransparente: una mujer de cabellos hasta la cintura, vestida con un traje azul verdoso que flotaba como arrastrado por el viento.

Víctor entrecerró los ojos y se quedó helado.

Era ella. ¡Su Amalia!

No, imposible se dijo. Está a punto de ser princesa, ¿qué haría aquí?

La música seguía atronando.

Espera, ¿es ella o no? Volvió a mirar. La mujer parecía más alta de lo que recordaba, y algo más sutil había cambiado, como si un artista hubiese añadido los últimos trazos. Ya no era aquella universitaria, sino una belleza madura. Pero ¡era ella!

Un periodista, en primera fila, observaba hechizado. A pesar de su experiencia en el mundo del espectáculo, nunca había visto algo así. Esa mañana, un mensaje anónimo en su móvil lo había invitado a un evento «sensacional». Si no iba, lo lamentaría. No había detalles, solo hora y lugar. Y ahora, allí estaba: la futura princesa, la misma que todos los medios perseguían, bailando ante sus ojos.

Pero algo cambió. La música seguía, pero Amalia dejó de girar. Se detuvo, alzó los brazos y comenzó a moverse al ritmo de la percusión un baile sensual, hipnótico. Las cámaras estallaron en destellos.

Y entonces, lo inesperado: el vestido azul se deslizó y cayó a sus pies. Quedó completamente desnuda. ¡Escándalo!

En ese momento, el periodista vio a un hombre lanzarse hacia adelante. Una botella de champán voló hacia el escenario. ¿Un fanático?

Pero lo que siguió nadie lo entendió. La botella iba directa hacia ella hasta que, de pronto, la figura de Amalia estalló en un destello cegador, y la botella desapareció. Un instante después, se oyó el cristal romperse tras el escenario. Las luces se encendieron, el telón cayó. El hombre que lanzó la botella huyó entre la seguridad. Todo había terminado.

Sospeché que era un montaje en cuanto te vi Víctor se recostó y encendió un cigarrillo. Amalia, con la barbilla apoyada en las manos, lo miraba con curiosidad.

Esa mañana, Víctor había conseguido su número y la citó. Ahora estaban en una terraza del paseo.

Tengo un máster en Inteligencia Artificial, sé lo que esta tecnología puede hacer continuó. La penumbra, las luces dirigidas, el humo Era un holograma. Escanearon tus movimientos de cuando bailabas en el club, los digitalizaron y los recombinaron. Detrás, láseres controlados por ordenador. Solo faltaba la puesta en escena: humo, música ¡y voilà! Ahí estabas tú, bailando un striptease.

Pero los desenmascaré. Grabé todo. Se ve claramente cómo la botella te atraviesa. Subiré el vídeo, y todos sabrán la verdad.

Amalia sonrió con tristeza.

No hace falta. Ayer el príncipe canceló el compromiso. A ese memo no le duró el ardor. Su mamá puso el grito en el cielo y él se echó atrás. Y mejor así. Nunca creí en ser princesa. Me habrían liquidado en un instante. Esto fue lo más suave que pudieron hacerme. Incluso he tenido suerte.

Ayer, antes del anuncio, recibió una oferta: una marca internacional de lencería quería contratarla. El dinero era obsceno.

Así que salgo ganando susurró.

Luego lo miró con ternura.

Y tú, no te metas en líos. Lograste escapar sin que te identificaran. Y eso es bueno. Podrías salir muy mal parado. Esto es política. No dejan testigos. Además, ya no tiene sentido.

Calló un momento, y luego, con suavidad, le tocó la mejilla.

Eres un buen hombre. Gracias, de verdad. Pero no somos el uno para el otro. Te arruinaría la vida. Eres guapo, listo Encontrarás a alguien mejor. Olvídame. No me acompañes.

Se levantó y se marchó

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Víctor y Olga: Una historia de amor y pasión al estilo español
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