Y a mí no tengo adónde ir

¡No voy a volver con ese canalla! ¡Prefiero vivir en un sótano antes que con él!

Mamá, pues vete al sótano entonces. ¡Yo misma me voy a divorciar de ti pronto! contestó Lucía, removiendo la avena con exasperación.

¿Echas a tu propia madre? Carmen se llevó una mano al corazón. ¡He dedicado mi vida entera a ti, y esto es lo que recibo! ¡Gracias por tu cariño, hija!

Con un bufido de desdén, su madre se marchó a la habitación. A la que compartían. Porque vivían los cuatro en un piso diminuto, donde desde hacía tres meses era imposible tener un momento de intimidad.

Lucía nunca imaginó que acabaría en semejante drama. Los demás se divorciaban y volvían a casarse, pero sus padres siempre habían sido su ejemplo a seguir. Hacía poco, Carmen y Antonio habían celebrado sus cuarenta años de matrimonio, y ahora su madre ni siquiera quería ver a su padre.

Un «mar

Оцените статью