Amor y Esperanza: Una Historia de Pasión y Fe

El Amor y la Esperanza

César invita a Sofía a cenar en una elegante trattoria italiana. Cuando la joven sale de casa, se encuentra con Carmen en su camino.

Dicen que solo un diamante puede pulir otro diamante comenta la profesora con misterio.

¿Perdón? No entiendo.

Eres joven aún sonríe la mujer. Créeme, uno no se enamora solo una vez en la vida.

Doña Carmen, le juro que entre César y yo no hay nada.

Quizá no aún. Pero eso no significa que no pueda pasar. No cierres tu corazón, Sofía. La vida sabe sorprender y a veces trae las mayores alegrías cuando menos las esperas.

¿Usted también pasó por algo así?

Bueno Raúl no fue mi primer amor responde con calma, mientras una sombra de nostalgia cruza su mirada. Hubo alguien antes. Creí que no sobreviviría al desamor, que no podría respirar sin él. Y entonces llegó Raúl. Todo cambió. Fui feliz. Verdaderamente feliz. Por eso te repito no te cierres. El amor puede estar más cerca de lo que piensas.

Siempre pensé que el tío Raúl fue su primer amor

Ni él fue el mío, ni yo la suya. Pero te diré algo: nunca se olvida al primer amor.

Sofía suspira, agradece la conversación y se dirige al coche donde la espera César.

Al marcharse, aparece Isabel en el porche. Mira a Carmen con una sonrisa fría.

¿Ahora decides ser una segunda madre para Sofía? Le das consejos de amor, compartes historias que nunca me contaste.

Lo hice por Marta responde Carmen sin dudar. Porque solo hay una cosa que puede separar a Sofía y a Javier para siempre.

¿A qué te refieres exactamente?

Que Sofía ame a otro responde con serenidad.

***

Lucía, destrozada tras hablar con Alejandro, vaga sin rumbo por la calle. Su rostro está pálido, sus ojos vacíos como si no viera el mundo a su alrededor.

No percibe el coche que se acerca.

Un chirrido de frenos. Un golpe.

Gritos, alguien llama a una ambulancia.

Lucía yace inmóvil sobre el asfalto. Los transeúntes se agolpan. Una mujer se inclina, buscando su pulso.

¿Chica, me oyes? ¡Respóndeme!

No hay respuesta. Lucía no se mueve ni un milímetro.

***

Elena se acerca al claro del bosque, donde entre la penumbra de los árboles espera Álvaro. Su figura se funde con las sombras, pero su mirada es fría e intensa.

Aquí tienes los dos millones dice con frialdad, entregándole una bolsa de cuero llena de dinero.

La cámara se desplaza hacia Nuria. Desde la casa, siguió a Elena con determinación. Ahora, oculta entre la maleza, apenas a diez metros, observa incrédula.

Álvaro y ese dinero ¡Es el mío! susurra, conteniendo la furia. Al verlo contar los billetes, el rencor enciende su mirada. ¡Qué descaro! Saca el teléfono y graba todo en secreto.

Mientras, Álvaro termina de contar. Sonríe con malicia.

Eso es todo. ¿Ahora nos dejarás en paz? pregunta Elena con tensión.

Un crujido de ramas rompe el silencio.

Álvaro se gira de golpe.

¿Lo oíste? Alguien está aquí. ¡Te dije que vinieras sola!

¡Vine sola! protesta Elena. Nadie me acompañó, lo juro.

Álvaro no le cree. Avanza con cautela hacia el ruido. Aparta unas ramas y descubre a Nuria, con el teléfono en mano.

Sus ojos brillan de ira. Saca un cuchillo.

Así que tenemos una espía dice helado. Sabes, la curiosidad puede meterte en problemas graves.

Nuria retrocede, conteniendo el temblor de sus manos.

Álvaro, déjala ordena Elena. No seas estúpido.

Enséñame lo que llevas en el bolso exige Álvaro.

¡Déjame en paz! protesta Nuria.

¡Responde! ¿Por qué viniste? interrumpe Elena.

¿Qué tramáis? estalla Nuria. ¡Grabaré todo y llamaré a la policía!

¡No tramamos nada! grita Elena. ¡Él me chantajeaba! Amenazó con matar a Alejandro y Clara. ¡Por eso le pagué!

Nuria busca su teléfono.

Llamaré a la policía ahora mismo.

¡NO TE ATREVAS! ruge Álvaro, alzando el cuchillo. ¡Te mataré!

¡SOCORRO! ¡AUXILIO! grita Nuria, intentando escapar.

¡ÁLVARO, PIÉNSALO! grita Elena, corriendo hacia él.

Pero el hombre ya no razona. La empuja con fuerza, haciéndola caer.

Clava su mirada en Nuria, que tiembla de miedo.

Empezaré por ti susurra. Luego iré por Alejandro. Te verá bañada en sangre. ¡Y a él también lo mataré!

Álvaro levanta el cuchillo. Nuria grita, protegiéndose. La hoja se acerca peligrosamente, pero en el último instante, ella agarra su muñeca. Forcejean, luchando por cada movimiento. Gritos, jadeos, la tensión crece

De pronto, Nuria hace un movimiento brusco el cuchillo gira en sus manos y se clava en el pecho de Álvaro.

El hombre se queda quieto. Su rostro refleja sorpresa, luego dolor. Un gemido le escapa antes de desplomarse como un peso muerto.

Elena se paraliza. Se acerca, toca su cuello con dedos temblorosos. Silencio.

Está muerto susurra, pálida como la cera. No respira

¡Dios mío! ¡DIOS! llora Nuria. ¡No fue mi culpa! ¡Fue un accidente! Se agarra la cabeza. ¡Llamemos una ambulancia! ¡Quizá aún vive! ¡HAZ ALGO!

¡Cállate! silba Elena, sacudiéndola. ¡No grites! ¿Quieres que todos lo sepan? ¿Quieres ir a prisión?

¿A prisión? solloza Nuria. ¡Pero si fue sin querer! ¡Me defendía! ¡No soy una asesina!

¡La verdad no importa! la mira fijamente. La policía no te creerá. Y si se sabe ¿qué dirán de la madre de Alejandro?

¡NO SOY UNA ASESINA! protesta.

Señora Nuria, por favor la voz de Elena suena firme. Contrólate. Nadie debe saberlo. No ha pasado nada. ¿Entiendes? NADA.

Pero él está ahí tiembla Nuria.

Ya no podemos ayudarlo. Pero tú aún puedes salvarte. Vamos. Él se ha ido. Nosotras seguimos vivas.

Elena la abraza con fuerza, como si quisiera que el mundo no se desmoronara. La guía entre los árboles, lejos del lugar. Detrás, entre las hojas, yace el cuerpo de Álvaro. Su mano aún aferra el cuchillo.

El bosque guarda un secreto que quizá nunca se descubra.

***

Alejandro, llamado urgentemente por Clara, entra corriendo en casa. Se detiene al verla junto a la puerta, con una maleta. Su rostro está pálido, los ojos húmedos, pero su mirada es decidida.

Me voy dice en un susurro, dejando un beso fugaz en su mejilla. No quiero molestar más ni a ti ni a tu madre. Adiós, Alejandro. Sé feliz.

Clara, ¿qué dices? la

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Amor y Esperanza: Una Historia de Pasión y Fe
Сыну отдали всё, а теперь он видит в нас неудачников